Por Daniel Monastersky, Socio en Data Governance Latam y Director del Centro de Estudios en Ciberseguridad y Protección de Datos (CECIB) de la Universidad del CEMA.
Para las empresas y organizaciones latinoamericanas, los datos personales de sus clientes, empleados y socios representan no solo un activo valioso, sino también una gran responsabilidad. La protección de estos datos va más allá del mero cumplimiento legal; es una estrategia inteligente que abre puertas a mercados globales, fortalece la confianza de los consumidores y, cada vez más, atrae la atención de inversores y compradores potenciales.
La era digital ha desdibujado las fronteras geográficas en el ámbito de los negocios. Una empresa en Buenos Aires puede vender a clientes en Berlín, o una startup en Lima puede colaborar con desarrolladores en Londres. Esta expansión trae consigo el desafío de cumplir con normativas internacionales de protección de datos, como el GDPR de la UE, la CCPA de California o la LGPD de Brasil. Lejos de ser un obstáculo, el cumplimiento de estas normas es un habilitador de negocios y un imán para la inversión.
En un estudio reciente de Data Governance Latam, el 85% de los consumidores afirmó que no harían negocios con una empresa si tenían dudas sobre cómo manejaba sus datos. Esta confianza del consumidor se traduce directamente en valor para los accionistas. Las empresas que demuestran un sólido programa de compliance en protección de datos tienen una clara ventaja competitiva, no solo para ganar clientes sino también para atraer inversores.
Los inversores de hoy, sean de capital de riesgo, private equity o corporativos, ven la protección de datos como un indicador clave de la salud y el potencial de una empresa. En los procesos de due diligence, que preceden a cualquier inversión significativa o adquisición, la compliance en privacidad se ha vuelto tan crucial como los estados financieros o la propiedad intelectual.
¿Por qué? Porque los inversores saben que un incidente donde haya un compromiso de datos puede ser catastrófico. No solo por las multas potenciales, que pueden ser sustanciales (hasta el 4% de los ingresos globales anuales bajo el GDPR), sino por el daño reputacional. Un escándalo de datos puede hacer que las acciones se desplomen, que los clientes huyan y que años de trabajo en la marca se esfumen en días.
Además, los inversores ven la madurez en protección de datos como un proxy de la madurez organizacional en general. Una empresa que toma en serio la privacidad probablemente también tenga procesos sólidos en otras áreas críticas: gobernanza corporativa, gestión de riesgos, y cultura de cumplimiento. Esto reduce los riesgos para los inversores y aumenta la probabilidad de un crecimiento sostenible.
Tomemos el ejemplo de una startup tecnológica en São Paulo que busca su ronda Serie B. Los venture capitalists no solo evaluarán su producto y su crecimiento, sino que harán preguntas incisivas sobre su manejo de datos. ¿Tienen un DPO (Data Protection Officer)? ¿Sus contratos con proveedores en la nube incluyen cláusulas de protección de datos? ¿Han realizado evaluaciones de impacto de privacidad (PIA)? Las respuestas a estas preguntas pueden ser la diferencia entre cerrar la ronda o quedarse sin financiamiento.
O considera una empresa familiar consolidada en Monterrey que está en la mira de un fondo de private equity europeo. Durante el due diligence, los abogados del fondo examinarán minuciosamente sus prácticas de protección de datos. Una empresa con políticas sólidas, auditorías regulares y un historial limpio será vista como una inversión más segura y valiosa. Por el contrario, descubrir problemas de privacidad podría llevar a una reducción del precio de compra, o peor, a que se abandone el trato.
La inversión en protección de datos también impulsa la innovación y la eficiencia. Al implementar tecnologías avanzadas para salvaguardar la información, las empresas modernizan sus sistemas, lo que puede aumentar la eficiencia operativa. Los inversores ven esto como un doble beneficio: menor riesgo y mayor rentabilidad.
Es importante destacar que este no es un desafío que las empresas deban enfrentar solas. Gobiernos latinoamericanos están fortaleciendo sus leyes de protección de datos, creando un ecosistema regional que facilita el cumplimiento y atrae inversión extranjera.
La protección de datos personales no es simplemente un requisito legal; es una inversión estratégica en el valor y la viabilidad a largo plazo de su empresa. Es un compromiso con la excelencia que impulsa la innovación, fortalece la confianza del consumidor y, crucialmente, atrae y asegura inversiones.
En las salas de juntas de Nueva York, Londres o Tokio, los inversores están buscando empresas latinoamericanas que no solo tengan grandes ideas, sino que también respeten y protejan los datos de sus usuarios. Ser compliance en privacidad se ha convertido en un criterio de inversión tan importante como los márgenes de beneficio o el potencial de mercado.
En el panorama global de inversiones, el respeto por la privacidad no es solo una obligación, es su pasaporte a financiamiento, adquisiciones exitosas y un futuro seguro. La pregunta que todo CEO, emprendedor e inversionista en Latinoamérica debe hacerse no es si puede permitirse ser compliance, sino si puede permitirse no serlo en un mundo donde los datos bien protegidos son el nuevo capital.
Info – Ciberseguridad Latam